martes, 29 de enero de 2013

¿Crees que la educación es buena en México?





Carta Paramétrica.


Equidad o calidad en la educación

En 1992, a través del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal, el gobierno federal se comprometía a transferir los recursos educativos a los estados. Esto con el propósito de que cada gobierno estatal elevara la calidad y cobertura del servicio de educación.

La única entidad que no recibió esta facultad fue el Distrito Federal, cuyo gobierno en ese entonces todavía era un Departamento del gobierno federal (el Distrito Federal adquiere el nivel de entidad federativa en 1996).

Sin embargo, con la idea de concretar la descentralización educativa en todo el país y repartir los recursos de una manera más equitativa, un grupo de legisladores ha propuesto recientemente una iniciativa para modificar el artículo 122 constitucional, la cuál, en caso de prosperar, reduciría las participaciones federales que le corresponden a la Ciudad de México en materia de educación, y esta cantidad sería repartida al resto de las entidades federativas.

El debate en torno a esta iniciativa posiblemente continuará durante algún tiempo. Por ello, antes de analizar a detalle la percepción de los mexicanos sobre este asunto, la Encuesta Nacional Parametría realizó un primer acercamiento del tema con el objetivo de tener una mejor perspectiva de los actuales acontecimientos y contribuir a la discusión de este problema de política pública.


La administración de los servicios educativos

Aún cuando la reforma educativa de 1992 transfirió los servicios educativos a todos los estados -excepto a la capital del país- sólo el 46% de las personas entrevistadas considera que la educación debe ser administrada por los gobiernos estatales, mientras que el 44% opina que debería estar en manos del gobierno federal. Este dato es muy revelador y podría tener diversas implicaciones.

En primer lugar, y esta es la explicación más probable, existe un gran desconocimiento de una parte importante de la población acerca de quién administra los servicios educativos actualmente. Si este fuera el caso, entonces esto significaría que los estados no han hecho una suficiente difusión al respecto, y por consiguiente, muchos ciudadanos pensarán que los logros o fracasos obtenidos en este rubro en sus estados son consecuencia del buen o mal desempeño del gobierno federal y no de las acciones emprendidas por los gobiernos locales.

De hecho, por investigación realizada por Parametría, una de las áreas mejor evaluadas de la administración foxista tiene que ver precisamente con la educación.

 

Una explicación alternativa a este resultado, es que si poco menos de la mitad de los mexicanos cree que la educación tendría que ser responsabilidad del gobierno federal, esto es porque probablemente muchas personas no han visto una mejoría notable en la calidad de la educación en sus estados durante los últimos años y debido a esto aún se piensa que se está trabajando con el sistema anterior.

Incluso una situación más extrema podría ser que la calidad educativa haya disminuido en algunas entidades y exista cierto interés en regresar al esquema de una educación centralizada.

La calidad de los servicios educativos

El propósito de la descentralización educativa llevada a cabo en 1992, tenía como fin elevar la calidad y cobertura del servicio de educación, según la versión oficial. Aunque hay quienes señalan que la verdadera intención de esta reforma era reducir el poder del sindicato.

Si se toma como cierta la versión oficial, entonces ¿cómo percibe la gente el nivel de los servicios educativos en sus estados versus los ofrecidos en el Distrito Federal?, o en otras palabras, ¿la educación bajo las administraciones estatales es mejor que la brindada en la capital del país, cuyo responsable es el gobierno federal?

Los resultados de la encuesta de Parametría muestran opiniones divididas. El 34% señala que la educación en el resto de los estados es mejor que en la Ciudad de México, esta proporción se hubiera esperado que fuera mayor luego de 12 años de haberse efectuado la reforma, sin embargo, resalta que la diferencia con aquellos que dicen que es peor (28%) no es tan amplia. El 24% comenta que es igual y hay un 14% que no tiene posición al respecto.

Nuevamente la interpretación de esta información puede tener varias implicaciones, las cuáles dependerán en cierta forma de dos factores: 1) en dónde estaban ubicados los estados en materia educativa en relación al Distrito Federal antes de 1992 y, 2) si el tiempo transcurrido a partir de la reforma es suficiente o no para haber alcanzando o superado a la ciudad de México en la calidad de los servicios educativos.

Lo cierto es que partir de estos datos no se puede determinar con precisión el éxito o fracaso de la reforma, quizá una mejor manera de hacer esta evaluación es comparando dentro de cada entidad federativa la situación de la educación ex ante y ex post a este evento.

Equidad educativa

Es indudable que el Distrito Federal recibe un trato diferente en materia educativa en relación a los demás estados del país por estar así establecido en la ley. Y esta diferencia radica fundamentalmente en que al no hacerse cargo el gobierno de la ciudad de sus servicios educativos, la federación tiene que financiar el 100% de este gasto, y por lo tanto el gobierno del Distrito Federal no se ve obligado a destinar parte de sus participaciones a la educación como lo hacen otras entidades.

De ahí que uno de los elementos que midió la encuesta Nacional Parametría fue si la capital del país debe o no administrar sus propios servicios educativos como sucede con el resto de los estados. Y ocho de cada diez personas entrevistadas piensan que sí debería hacerlo. El 11% dice que no y un 10% no tiene opinión al respecto.

La consideración de los demás elementos, tales como si el gobierno de la ciudad debe o no contribuir al gasto educativo o si la gente está de acuerdo o no en que se le quiten recursos al Distrito Federal para repartirlos al resto de los estados, entre otros más, serán explorados en una posterior medición.

Conclusiones

Hasta el momento, el debate sobre la educación se ha centrado más en la equidad de los recursos educativos que en la calidad de los servicios educativos. Esta situación llama la atención porque el primer elemento a evaluar en toda esta discusión debería ser si se han logrado o no los objetivos que se pretendían con la reforma de 1992. Y aunque a partir de la información presentada en la encuesta de Parametría no se puede determinar con precisión el éxito o fracaso de la descentralización educativa, los datos parecen indicar que no se han obtenido los resultados que se esperaban en todos los estados.

Lo que sí se sabe es que a nivel agregado, el país no sale muy bien evaluado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en muchas variables educativas, y no se ve cómo podría darse una mejoría en la educación a través de esta nueva reforma que se busca.

El trato equitativo en materia educativa para todos los estados es algo sano y justo por el que bien vale la pena debatir, pero ojalá nuestros legisladores también puedan agregarle a este asunto de la equidad un toque de calidad, que mucha falta le hace al país.

NOTA METODOLÓGICA. Estudio: Encuestas en vivienda. Representatividad: Nacional. Número de entrevistas: 960. Nivel de confianza estadística: 95%. Margen de error: (+/-) 3.2%. Diseño y análisis: Parametría SA de CV. Método de muestreo: Aleatorio sistemático con probabilidad proporcional al tamaño. Unidad de muestreo: Las secciones electorales reportadas por el IFE. Fecha de levantamiento: Encuesta Nacional Parametría_BCP: del 10 al 13 de septiembre de 2004.

http://www.parametria.com.mx/DetalleEstudio.php?E=17

La lectura en México


Ya no es apreciación subjetiva sino hecho científicamente demostrado: al mexicano no le interesan los libros. Se hizo todo lo posible, que conste. Y aunque haya sido en vano, hay dignidad en la derrota. Así pues, relajémonos, respiremos hondo, tomemos un descanso.

 Las estadísticas avasallan. Demuestran con alevosía y ventaja, sin mostrar forma alguna de clemencia ni resquicio para el anhelado error metodológico, que al mexicano (el 99.99 por ciento) no le gusta leer. Es más, no sólo no le gusta leer, no le gustan los libros ni siquiera en calidad de cosa, ni para no leerlos ni para nada, vamos, ni para prótesis de la cama que se rompió una pata. Años de esfuerzo educativo, de aventar dinero a raudales en bibliotecas, centros culturales, publicidad, cursos, campañas y ferias, premios y becas, ofertas y descuentos, clubes y talleres, mesas redondas y presentaciones… Todo para merecer la sincera respuesta: No, no queremos leer. Que no nos interesa. Que no. Que no queremos. Que no haya libros y ya. Punto. No. ¡Que no! Ene, o = NO.

 En ese desolador paisaje de estadísticas, las más tristes son las que, como recodará el lector de Letras Libres, Gabriel Zaid difundió hace poco en su ensayo “La lectura como fracaso del sistema educativo”. Una de ellas señala que hay 8.8 millones de mexicanos que han realizado estudios superiores o de posgrado, pero que el dieciocho por ciento de ellos (1.6 millones) nunca ha puesto pie en una librería. Luego de mezclar cifras y trazar constantes, el lacónico Zaid concluye: “La mitad de los universitarios (cuatro millones) prácticamente no compra libros.” Luego dice que “en 53 años el número de librerías por millón de habitantes se ha reducido de 45 a 18” en la culta capital. Es decir: a mayor esfuerzo educativo, menos lectores. Esto demuestra algo realmente inaudito: en México la clase ilustrada es aún más bruta que la clase iletrada.

 Otras estadísticas que provienen de la OCDE y la Unesco. Su estudio “Hábitos de lectura” le otorga a México el sitial 107 en una lista de 108 países estudiados (el país que se ganó el lugar 108 ni siquiera se menciona porque se derritió en el ínterin). Según esos estudios, el mexicano promedio lee 2.8 libros al año. Hay sólo una biblioteca pública por cada quince mil habitantes. El cuarenta por ciento de los mexicanos nunca ha entrado, ni por error, a una librería. Existe una librería por cada doscientos mil habitantes. En todo el país hay solamente seiscientas librerías… Es obvio que las cifras están equivocadas. ¿De veras creen que en México hay una biblioteca pública por cada quince mil habitantes?, es decir, ¿encuentran verosímil que en la capital existan quince mil bibliotecas? Ni sumándoles las bibliotecas privadas. ¿Y de veras se creen que hay seiscientas librerías en el país? Y, para terminar, ¿de veras se habrán tragado eso de que los mexicanos leen anualmente 2.8 libros per capita?

 Ignoro su metodología, pero conozco mi tierra. Me temo que lo más seguro es que el encuestado mexicano promedio no haya leído nada nunca y haya decidido mentir, proclive como es a la exageración y a la balandronada, en especial cuando se le encuesta o entrevista (conducta que se agudiza si el interrogador es extranjero). Es curioso que a la pregunta “¿cuántos libros lee usted al año?” lo que se le haya ocurrido contestar haya sido la babosa cifra “2.8”. A sabiendas de su propensión a gesticular, la cifra 2.8 demuestra que a ese mexicano promedio la pura idea de leer libros le resultó a tal grado misteriosa que aun creyendo exagerar, no exageró. Es decir: desde su punto de vista exageró muchísimo, pues la posibilidad de tener un libro en las manos, y además leerlo, le pareció algo tan descomunalmente raro y remoto que, de inmediato, coligió que sólo alguien muy especial podría leer uno al año. De ahí a ponerse guapo ante el entrevistador y adjudicarse la lectura de 2.8 libros anuales sólo hubo un acto de exhibicionismo.

No quiero decir con esto que todos los encuestados hayan mentido, pero sí que la gran mayoría de la minoría que no mintió mete por igual en la categoría “libro” al directorio telefónico y al manual del usuario de su licuadora. E incluso los que con toda buena fe y limpia conciencia dijeron la verdad y efectivamente leyeron 2.8 libros en un año, de haber sido más interrogados, habrían confesado que los libros eran El libro vaquero y la fotonovela porno La pierna de Carolina. Lo anterior en lo que toca a las clases media y alta. La baja sólo leyó las aventuras legítimas de AMLO en los cómics que, gracias a sus masivos tirajes y hospitalario formato, amén de su carácter gratuito, impidieron que la estadística nos mandara al lugar 200.

 Estas estadísticas han cubierto al país de vergüenza. Lo bueno es que como el país no lee, no se ha enterado de que está cubierto de vergüenza. Podrá haber precio único, y librerías en cada esquina, y libros baratos, y bibliotecas que regalen café. Y al mexicano no se le va a pegar la gana de leer. ¿Por qué? Misterio. Debe de haber respuestas, por lo menos tentativas (y que rebasen lo que ya adelantó alguno, totalmente en serio: “Es culpa de Fox”).

 No, no me tomo esto a la ligera. ¿Cómo podría hacerlo si he impartido clases de literatura, de la secundaria al posgrado, desde hace casi cuarenta años? ¿Cómo, si me dedico a escribir libros (que, naturalmente, no venden ni el 0.00000008)? Pero tampoco creo que haya que rasgarse las vestiduras. En nuestro país la literatura circula más bien como zamisdat y aun así está bien y viva, y llega a quien debe y no pasa nada. O lo único que pasa es que se impone regresar a la modestia.

 Guillermo Sheridan


La educación en México, de mal en peor.


La educación en México viene de mal en peor, más cercana a su privatización que a la calidad que el pueblo mexicano necesita. Los ejemplos del detrimento de nuestra educación son variados, desde la participación de la inversión privada hasta la falta de espacios a nivel superior para los miles de jóvenes que año con año sufren el rechazo de las diferentes universidades.

Hoy leí en el diario oficialista Milenio que Carlos Slim invertirá 4 mil millones de pesos anuales en alianza con Salman Khan, presidente de Lhan Academy quien desarrolló un sistema de educación apoyado en la tecnología que ya es utilizada en gran parte de la Unión Americana, dicho proyecto que será aplicado en México a partir de este año será aplicado con miras a lograr la “cobertura universal de la educación en nuestro país”, según ambos empresarios.

Dicha noticia es alarmante si tomamos encuenta que el Estado está relegando su obligación de brindar educación de calidad a todo mexicano y mexicana en este país, para dar vía a los privados de poder educar a la población para propios intereses ajenos al bien común. Si bien la oleada privatizadora se ha venido dando desde tiempo atrás, el “Bécalos” de Televisa y la Fundación Slim han hecho más obvia la apropiación educacional de México, algo que debe ser detenido para evitar la privatización a mediano plazo y exigir al gobierno mexicano la calidad escolar que el pueblo de México requiere y merece.

 Hablábamos también de la falta de espacios a nivel superior para dar cabida a los miles de jóvenes que egresan anualmente de las instituciones de nivel medio superior, este problema al igual que el de la privatización, no es reciente. Desde la década de los años 90, las grandes escuelas de impartición de estudios superiores como la UNAM, el IPN, Chapingo, la UAM y sus similares en cada entidad federativa, han visto mermado su ingreso económico y material con el cual poder ofrecer mayor cupo académico, ante la mirada impávida de la clase política y el silencio devastador de la mayor parte de losmexicanos.

 Las cifras de ingreso a la UNAM del ciclo anterior no son nada alentadoras: Noventa por ciento de los jóvenes que aspiraban ingresar a la licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fueron rechazados, dichos resultados dados a conocer en el sitio escolar.unam.mx,muestran que de los 62 mil 682 estudiantes presentaron el examen de los cuales sólo 6 mil 500 (10.3 por ciento) obtuvieron lugar enalguna de las 99 carreras que imparte la casa de estudios.

 Las cifras manejadas en las demás casas de estudio no distan de nuestro principal centro de estudios universitario que es la UNAM, mientras el IPN se ve envuelto en una política reduccionista por parte de su reelecta rectorala doctora Yoloxóchitl Bustamante Díez, la universidad agronómica de México representada en Chapingo se ve inmiscuida en la infiltración del apéndice priista “Antorcha Campesina” en la rectoría y los consejos universitarios.

El escenario de la educación mexicana no es esperanzador, por el contrario, nos muestra que si el gobierno no toma medidas drásticas,el proceso privatizador seguirá avanzando a pasos agigantados y la corrupción imperante en las universidades públicas será un detonante en la apropiación de los partidospolíticos y la violación de la autonomía universitaria con todas las consecuencias que esto nos generará.

Realizado por: Óscar Adrián Jafet

¿Televisión, aprendizaje y educativa?


Televisión para el aprendizaje

El aprendizaje en una capacidad biológica de los seres vivos que puede ser distinta en cada individuo y depende de la acomodación que se haga de la información nueva en la estructura cognitiva ya sea de manera memorística o significativa. De tal suerte que es posible aprender de cualquier experiencia de vida, y de aquellas que apelan a nuestros sentidos a partir de los medios de comunicación.

Una televisión para el aprendizaje deberá tener presentes los valores y principios que sustentan su cultura y ayudar a promover actitudes y habilidades, aunque estas no sean avaladas por el sistema social.

Televisión educativa

Sin negar la influencia que ejerce la televisión (como medio de comunicación de masas) en el aprendizaje, los efectos que se producen no son necesariamente educativos, pues para ello, son indispensables algunos elementos cardinales. Es decir, siguiendo la explicación de Ochoa (2003, p.3), la televisión educativa debe diseñar programas con una intencionalidad clara y expresa; los planteamientos técnicos deben aparecer supeditados a los didácticos, de ahí que los contenidos y las audiencias aparecen delimitados.

¿La televisión, aprendizaje y educativa?


Televisión para el aprendizaje

El aprendizaje en una capacidad biológica de los seres vivos que puede ser distinta en cada individuo y depende de la acomodación que se haga de la información nueva en la estructura cognitiva ya sea de manera memorística o significativa. De tal suerte que es posible aprender de cualquier experiencia de vida, y de aquellas que apelan a nuestros sentidos a partir de los medios de comunicación.
Una televisión para el aprendizaje deberá tener presentes los valores y principios que sustentan su cultura y ayudar a promover actitudes y habilidades, aunque estas no sean avaladas por el sistema social.

Televisión educativa

Sin negar la influencia que ejerce la televisión (como medio de comunicación de masas) en el aprendizaje, los efectos que se producen no son necesariamente educativos, pues para ello, son indispensables algunos elementos cardinales. Es decir, siguiendo la explicación de Ochoa (2003, p.3), la televisión educativa debe diseñar programas con una intencionalidad clara y expresa; los planteamientos técnicos deben aparecer supeditados a los didácticos, de ahí que los contenidos y las audiencias aparecen delimitados.